martes, 19 de octubre de 2010

A mi isla querida

Nací un día cualquiera, ...en un año, aun no muy remoto. Fue en esa isla de los contrastes donde tuvo lugar tal acontecimiento, en esa Atlántida perdida, Utopía al borde de un naufragio, y en su ciudad capital, con nombre de mujer dormida, fue donde vi la luz por vez primera. Allí crecí, fui valiente y cobarde con igual remordimiento, allí construí mis castillos de arena, tuve el mar como reino, como paraíso, como frontera, y como carcelero. Allí tuvimos todos un poco de pan y miseria, el sol del mediodía que alargaba las sombras y fatigaba las horas con un cansancio como de haber estado todo el día juntando sueños. La gente, los amigos, los lugares, las aceras pintadas por los niños y pisoteadas por la gente mayor, cada árbol martirizado, víctima de un pacto entre dos adolescentes. Los minutos de silencio por los mártires, las consignas, nuestras historias de hombres admirables, de muertes perpetuadas. Mi primer beso como un descubrimiento, las noches en el malecón sin nada más que hacer que amarnos todos, que inventar juegos al azar, sin ningún otro compromiso que nombrar estrellas y adivinar barcos en el abismo, horizonte invisible donde el mar y el cielo copulan toda la noche para volverse una sola masa obscura ante nuestros ojos. Allí está mi ciudad, en esa latitud del mundo donde la risa llega con el viento y es como algo pegajoso que se adhiere a la piel y te vuelve incrédulo, ese lugar estratégico para olvidar todo y paradójicamente, vivir del recuerdo, para inventar palabras nuevas, para amar y odiar como una verdad peligrosa. A ella dedico este blog a Cuba, "la tierra más bella que ojos humanos hayan visto"

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