Por Dr. Darsi Ferret
Uno de los capítulos más bochornosos de los últimos cincuenta años, a cargo del régimen de los hermanos Castro, salió a la luz pública en una investigación realizada recientemente por The Toronto Star y El Nuevo Herald, que cataloga a Cuba como uno de los principales destinos de turismo sexual, al estilo de paises como Tailandia, México y Camboya. Saltó en ese trabajo, además, que las autoridades del país muestran una escasa preocupación por combatir la prostitución infantil asociada a este fenómeno.
Entre las referencias que se manejan en esa investisgación, recuerdan el caso de Liliana Ramírez Espinosa, una niña de 12 años que murió mientras participaba en jolgorios sexuales, con consumo de drogas y alcohol incluidos, acompañada de varios turistas extranjeros y de algunos adultos nacionales de ambos sexos.
En el mundo, el turismo sexual surgió en la antigüedad con los viajes comerciales y se desarrolló en las zonas portuarias, ligado a la práctica de la prostitución y la apertura de centros nocturnos, burdeles y cabarets. Consiste en hacer turismo con el propósito de mantener relaciones sexuales. Muchos de esos turistas son pederastas que se dedican a escoger de víctimas a menores de edad, con la intención de materializar sus aberraciones, en lo que consideran un ambiente más permisibo que el de sus paises y disfrutan de las ventajas de contar con incentivos económicos en sus bolsillos.
Sin dudas, la explotación sexual constituye un ataque horrendo a la dignidad y los derechos de los niños, y es una forma de violencia y abuso infantil. No existe justificación de ninguna índole que ampare la comisión de esa clase de delito, o el no tomar todas las medidas posibles para impedirlos o condenarlos con el rigor que la ley permita.
Los niños y adolescentes víctimas de la explotación sexual sufren graves trastornos emocionales, psicológicos y físicos como resultado de esos eventos traumáticos. La violencia física implícita en el abuso sexual provoca lesiones, dolor y miedo, además de sentimientos de culpabilidad, de desprecio hacia sí mismo, de depresión, y en algunos casos, hasta puede llevar a la víctima al suicidio. Asimismo, los niños son más vulnerables a las enfermedades de transmisión sexual (ETS), entre ellas el VIH-SIDA.
Con frecuencia estos menores son estigmatizados y se enfrentan a serias dificultades para mantenerse vinculados a sus actividades escolares. Y no experimentan la misma interacción social, ni se desarrollan de la misma manera que otros niños y adolescentes. Por ende, es más difícil para las víctimas de la prostitución infantil mantenerse o vivir como adultos independientes más adelante en sus vidas. La salud, el bienestar y las oportunidades futuras peligran a causa de los traumas y consecuencias de la explotación sexual.
Es tarea de todos, principalmente de la familia, proteger a los niños y velar por garantizarles un ambiente y desarrollo normal, acorde a sus necesidades biolólogicas, psicológicas y sociales.
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