Sabia usted que el millón que recaudaron damas cubanas con la venta de sus joyas fue decisivo para la independencia norteamericana?
Poco antes de la batalla de Yorktown, que resultaría la decisiva para la libertad de las entonces Trece Colonias bajo el dominio ingles, y que se convertirían en lo que son hoy los Estados Unidos de América, las arcas de la Revolución se encontraban vacías. Los norteamericanos no tenían dinero para pagar a los soldados bajo el mando del general George Washington ni, más grave aún, a los soldados franceses que los apoyaban bajo las órdenes del general Rochambeau. La situación era crítica: las tropas podrían desmoralizarse mas aun porque por falta de fondos hacía tiempo que no se les pagaban sus salarios.
El almirante francés Francois Joseph Paul De Grasse viajó a Haití, colonia francesa, pero allí no encontró apoyo para reunir el dinero necesario. Solo Cuba, por entonces colonia de España, disponía de capital. Al almirante francés lo esperaban en el escenario de guerra para bloquear a los ingleses en la Bahía de Chesapeake, mientras que las tropas de Washington combatirían en tierra. De Grasse encargó al marqués de St. Simon para tratar pedir colaboración al Capitán General de Cuba.
St. Simon no recibió un centavo de las autoridades españolas en La Habana: el crédito de los norteamericanos no era bueno ni tampoco el de los franceses. Se conocía que el reinado de Luis XVI de Francia, pasaba por una crítica situación financiera.
La ayuda llego de donde menos se esperaba, del coronel Francisco de Miranda, nacido en Venezuela y ardiente defensor de la independencia de las Trece Colonias. Su atractiva personalidad y el valor demostrado en el sitio y toma de Pensacola, llevada a cabo por los españoles en su ayuda a los norteamericanos contra los británicos, le habían granjeado muchas simpatías en la naciente sociedad cubana de La Habana y Matanzas. Miranda contaba con muchos amigos cubanos adinerados, entre ellos, la familia Menocal. La reacción de sus amigos cubanos a la petición de Miranda de recolectar fondos para pagar a los soldados franceses y norteamericanos fue muy favorable, sobre todo, entre las damas: los cubanos eran grandes simpatizantes de la libertad de Norteamérica.
Damas de La Habana y Matanzas se encargaron de recolectar el dinero necesario, subastaron objetos de valor y, sobre todo, donaron sus valiosas joyas, lo mas preciado por una dama en aquellos tiempos. En total lograron reunir un millón doscientas mil libras en monedas de plata acuñadas en Francia, y de usual circulación en aquella época.
La escuadra francesa envió a Cuba el velero L’Aigrette, el cual recogió el valioso y pesado cargamento entre La Habana y Matanzas. Al norte de esta última se incorporó un convoy encabezado por el navío Ville de París, equipado con 110 cañones, y pusieron proa rumbo a Virginia.
Debido al enorme peso de tanta plata, fue necesario reforzar los pisos de la casa de Yorktown donde se depositaron las monedas para pagar a los soldados independentistas: 800,000 libras para los franceses y 400,000 para los de Washington. Los soldados ya satisfechos con el pago, enfrentaron la batalla de Yorktown contra las tropas británicas dirigidas por el general Cornwallis, que ocurrió entre el 6 y el 19 de octubre de 1781.
El importante donativo de las damas cubanas ha sido pasado por alto por la mayoría de los historiadores norteamericanos, dicen en Cuba que con las glorias se olvidan las memorias. Como si ese reconocimiento pudiera empañar en algo la victoria del general George Washington.
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